Gotas de sangre, provenientes de cabezas reducidas, chorrean en las paredes. El pasillo está rodeado de telarañas que cuelgan del techo. A medida que el equipo de este Diario avanza, el silencio se apodera del lugar. De repente, el suspenso es interrumpido por gritos de fantasmas que golpean en los muros.

Una novia zombi está sentada en el extremo izquierdo, las luces titilaban simulando un corte de energía, mientras manos de muertos agarran los pies de los visitantes. Esto es parte del paseo que se vive en Zombie Attack, la casa del horror, ubicada en el Malecón Simón Bolívar.

En tanto, Pueblo Macabro, en Mall El Fortín, recibe a sus participantes con el grito de una momia, mientras brujas y vampiros les hablan cerca del oído.

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El guayaquileño Jorge Chávez, especialista en psiquiatría, califica este hecho como masoquismo. “La gente que acude a estos eventos va predispuesta a que la asusten. Dependiendo de la personalidad, puede que eso les genere satisfacción”, explica el psiquiatra.

Grace Cordero, una de las visitantes de Zombie Attack, menciona que este tipo de diversiones le recuerdan que está viva, “entre tanta monotonía tecnológica”.

En las ramas del arte también se dan espectáculos de horror. Un escenario cubierto de juguetes descuartizados y pócimas de embrujo se ve en Pop Up Teatro Café. Las personas que hacen fila para ver la obra teatral son amenazadas por una mujer disfrazada de la Muerte. Ricardo Velástegui, dueño del espacio, explica que el terror ataca a las emociones, igual que el teatro.

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“Cuando hay eventos catastróficos, la gente se agolpa a ellos porque piensa con el corazón. El terrorismo, por ejemplo, (las personas) siempre van a estar pendientes de ello debido al suspenso que genera curiosidad”, añade el sociólogo Julio Rosado.

Durante la puesta en escena Verónica Arcentales, una espectadora, grita cuando aparece la Muerte, minutos después ríe. Este comportamiento es explicado por la psicóloga Carmen Ojeda: “Hay una diferencia entre buscar el terror y que algo te asuste. La primera es un estado de ansiedad que busca ser liberado. Lo segundo es un impacto emocional que ataca a los sentidos”, manifiesta la especialista.

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El MAAC se suma a la lista de sitios que ofrecen actividades por Halloween con filmes de terror. En el cine, asegura la psiquiatra Martha Pérez, el miedo sube de tensión porque la mente humana lo considera real. “Los efectos audiovisuales quedan por más tiempo en la mente, incluso estando solo”, dice. Ya sea por masoquismo, desestrés o curiosidad, este 31 de octubre habrá espacio para el miedo. (E)