La Iglesia católica celebró ayer la fiesta de santo Tomás apóstol, el pescador de Galilea al que Jesús, a los ocho días de haber resucitado, lo invitara a meter la mano en la llaga de su costado. Así, el evangelio de san Juan narra la incredulidad de santo Tomás ante los discípulos que decían: “Hemos visto al Señor”. Él contestó: “Si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros de los clavos, y no meto mi mano en la herida de su costado, no creeré”. Es por eso que frente a la invitación del Señor de acercarse, el santo cae postrado ante él.