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Jonathan de Falco era un joven soñador como cualquier otro. Llegó al mundo del fútbol belga como una promesa, pero las lesiones hicieron que su nivel bajara hasta el punto de ser relegado a la banca. Pero la fama aún estaba por llegar. Finalmente a sus 31 años decidió dejar el fútbol y montó un centro de fisioterapia para ganarse la vida. Pero la fama aún estaba por llegar.
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