Hace unos siete años, la cultura clown era casi inexistente en Ecuador. Hoy en día, la situación es diferente, dice Víctor Stivelman.

El clown argentino, quien se encuentra en Guayaquil para dictar el taller ‘En busca del propio clown, un camino hacia uno mismo’, afirma que poco a poco se han presentado más propuestas y gente que se interesa por esta actividad.

Stivelman ha trabajado en el país, en varias ocasiones, con la Fundación Narices Rojas, cuyos integrantes visitan hospitales para brindar alegría a los pacientes. El argentino, quien estuvo los últimos dos años y medio de gira por Latinoamérica con su grupo teatral Puentes Invisibles, indica que el clown –a diferencia del payaso– intenta ir un poco más allá de la risa. Se trata de un ejercicio de comunicación, “antes que nada su trabajo es un diálogo permanente con el público (...), intenta encontrarnos con nosotros mismos de alguna manera, de aceptarnos como somos”.

Publicidad

En ese camino puede estar la risa, asegura, pero también un abanico más grande de emociones que el clown puede transmitir o generar.

En días pasados se oficializó una ley en Argentina, a través de la cual se exige a los hospitales de Buenos Aires contar con clowns en su plantilla para las terapias pediátricas.

Stivelman calificó esta noticia como mágica y maravillosa. “Hace diez años pensar que esto iba a ser una ley era como una cosa absurda. Es como una especie de logro y tengo una sensación de que es posible ir transformando la realidad”, comentó.

Publicidad

Asimismo, señaló que era algo motivador y necesario, ya que será un impulso para otras organizaciones y fundaciones –como Narices Rojas en Ecuador– para que se pueda replicar este sistema y se dé la apertura que hace falta. (I)