“La calidad de la música depende de la pureza y de la grandeza del encuentro con el divino, con la experiencia del amor y del dolor”. “La gran música sacra es una realidad de rango teológico y de significado permanente para la fe de toda la cristiandad”; por ello “no puede desaparecer de la liturgia”.
Lo dijo el papa emérito Benedicto XVI, el sábado pasado, luego de recibir, en la localidad de Castelgandolfo, ubicada en las afueras de Roma, el doctorado honoris causa por la Pontificia Universidad Juan Pablo II y la Academia de Música de Cracovia (Polonia).
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Según aciprensa.com, en su discurso Benedicto XVI explicó: “Cuando los hombres fueron atrapados por el amor, se dio en ellos otra dimensión del ser, una nueva grandeza y amplitud de la realidad. Y ella empuja también a expresarse de un modo nuevo. La poesía, el canto y la música en general nacieron de este ser ‘tocados’, de este quedar afectados por una nueva dimensión de la vida”.
Un segundo origen de la música, detalló, es la experiencia de la tristeza, el ser tocados por la muerte, por el dolor y por los abismos de la existencia. “También en este caso se producen, en dirección opuesta, nuevas dimensiones de la realidad que no pueden encontrar respuesta solo en los discursos”.
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El tercer lugar del origen de la música, dijo el pontífice emérito, es el encuentro con el divino, que desde el inicio es parte de lo que define al humano. “La mayor razón es que aquí está presente totalmente el otro y totalmente lo grande que suscita en el hombre nuevos modos de expresarse. Quizás sea posible afirmar que en realidad también en los otros dos ambientes –el amor y la muerte– el misterio divino nos toca y, en este sentido, es el ser tocados por Dios lo que en conjunto constituyen el origen de la música”. (I)
En los salmos a los hombres no les basta solo con el canto y se apela a todos los instrumentos: la música escondida de la creación se despierta.Benedicto XVI Papa emérito