Aún hay quienes aseguran que nunca -ni antes ni ahora- hubo tanta congregación de personas en Guayaquil. Fue un verdadero mar humano lleno de fe que bordeaba la ruta que recorría el Papa Juan Pablo II, aquel viernes 1 de febrero de 1985 cuando celebró una misa campal en el templete que se construyó especialmente en Los Samanes, en el norte de la urbe. Reseñaba la prensa local que al menos eran 500 000 las personas que llegaron al lugar donde esa mañana su Santidad oficializó la beatificación de la ecuatoriana Mercedes de Jesús Molina durante una emotiva misa campal que fue la despedida de la más alta autoridad de la Iglesia Católica.