Fue un golpe de suerte, de verdad, que se haya perdido mi equipaje cuando volé a Italia este verano para visitar esos alhajeros que son los pueblos de la “Cinque Terre” – cinco caseríos vertiginosamente pintorescos, en la costa liguria, salpicada con casas en tonos pastel, enclavadas en medio de terrazas en las colinas que caen hasta las aguas del Mediterráneo del color del jade y el lapislázuli.