Todos los sentidos están activados en las técnicas de la terapia hortícola. El oído, para asimilar las instrucciones del día. El olfato y la vista, para registrar el crecimiento de las plantas y absorber la ‘vitamina verde’ que se obtiene al convivir en un entorno natural.

El tacto, para transmitirse calidez unos a otros, también para palpar el proceso de sus creaciones. Y el gusto… bueno, después de asear adecuadamente sus hortalizas, algunos querrán consumirlas en sus primeros cinco segundos de frescura. Eso sucedió en nuestra visita un viernes en la mañana al huerto del Centro de Rehabilitación Integral del Instituto de Neurociencias de la Junta de Beneficencia donde se dirige esta actividad. Pero también puede llevar sus vegetales consigo mismo y reservarlos para después, como ocurrió con la cosecha de apio ese día.

Otras áreas se activan a nivel físico, explica la psicóloga clínica Cecilia Viteri, responsable del proyecto de terapia hortícola llamado Mi Semilla. El cuerpo está en movimiento, refuerza la motricidad gruesa (equilibrio, coordinación, dominio corporal), evita la rigidez muscular. Termina siendo un ejercicio cardiovascular y de resistencia.

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La horticultura, con fines terapéuticos, también estimula el desarrollo cognitivo, es decir, los procesos relacionados con el conocimiento. Se trata de una actividad de aprendizaje que impulsa la memoria, la concentración, la creatividad y la atención.

Y posee un alto valor psicológico, cuando se encamina con estrategias individuales y grupales para enfrentar conflictos internos y consolidar el sentido de pertenencia, empatía y, por supuesto, mejorar las habilidades sociales. Todo esto en suma también provoca grandes ganancias emocionales, pues los asistentes aprenden a reconocer su valor, sus capacidades, elevan su autonomía y autoestima y así empiezan a albergar nuevas aspiraciones para su vida.

Estrategia ocupacional

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Mi Semilla está dirigido a pacientes de residencia y hospitalización del Instituto de Neurociencias, en especial para aquellos que atraviesan cuadros psiquiátricos, como esquizofrenia, bipolaridad o depresión severa, entre otros, y quienes han sufrido una crisis psicótica o depresiva.

“Es una metodología de terapia ocupacional dirigida por psicólogos clínicos, coadyuvante al tratamiento farmacológico”, explica Viteri. “La terapia ocupacional tiene el propósito de darles a los pacientes una tarea durante el día. Los mantiene motivados y les brinda una rutina”.

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En su experiencia, relata Viteri, ha notado que los pacientes psiquiátricos tienen recaídas o crisis cuando se sienten sin un propósito o un quehacer que les dé una razón para esforzarse cada día, tal como sucedería si temporalmente y de modo repentino nos encontráramos sin trabajo. A una persona vulnerable psicológicamente, y encima con tendencias paranoides, la desocupación influye en mayor medida su bienestar emocional.

Quienes padecen trastornos mentales empiezan a mostrar los primeros síntomas en la adolescencia, lo que les dificulta terminar el colegio o continuar la universidad. Esta situación los pone en desventaja para conseguir trabajo. “Cuando siguen su tratamiento, consumen su medicina, pueden restablecerse, pero después de un tiempo no tienen nada que hacer y son una carga para su familia”, ilustra la especialista. “Como están inconformes con la situación, entonces recaen”. Y regresan al hospital de nuevo, pudiendo darse el caso de repetir ese ciclo.

De esta manera, Cecilia Viteri identificó la importancia de promover este tipo de terapia para ayudarles a afrontar su crisis, despejar su mente, mejorar su estado de ánimo, controlar sus emociones. Además, tiene otros objetivos de fondo, igual de importantes: convertir la horticultura en una herramienta para la inclusión social y laboral. “Así, cuando surja efecto este tratamiento multidimensional, los pacientes puedan empezar un emprendimiento”.

Resultados y alcances

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Relacionarse con la naturaleza y el aire libre ha sido desde hace siglos una de las mejores técnicas para sentirse bien, mejor que bien. Al inicio de los años 1800 se comenzaron las primeras actividades de horticultura para el tratamiento de las enfermedades mentales. El doctor Benjamin Rush (1746-1813), considerado el padre de la psiquiatría americana fue uno de los precursores de la metodología. En 1798 anunció que el trabajo en una granja tiene significativos efectos curativos.

Los investigadores holandeses le han llamado a este efecto ‘la vitamina verde’, pues la exposición a un ambiente natural, rodeado de árboles y aire puro, libera de estrés y fatiga mental a cualquiera y en general mejora su sensación de salud y bienestar.

Varios estudios han demostrado resultados positivos en los proyectos terapéuticos de horticultura. De acuerdo con los académicos Sempik, Aldridge y Becker de la Universidad de

Loughboroug (Reino Unido) tres casos son los más notables. El primero se refiere a dos jóvenes con Trastorno del Espectro Autista y problemas de comportamiento. Ellos redujeron los incidentes de sus crisis a un 6% en un año; la capacidad de atención y concentración en cambio aumentó a un 62% en dos años.

Como herramienta para la gerontología, la horticultura o jardinería resultan esenciales porque constituyen actividades físicas que reducen factores de riesgo en enfermedades coronarias y de corazón. La tercera evidencia señala un estudio sobre 2.000 individuos en Francia quienes se dedicaban a la jardinería. Ellos fueron menos propensos a desarrollar demencia. (G.Q.)

Participar y apoyar
Mientras que cualquiera puede emprender actividades de cultivos y jardines como ejercicios de recreo y relajación, solo la terapia hortícola es un proceso conducido dentro de un plan de tratamiento documentado que busca objetivos específicos. Según la Asociación Norteamericana de Terapia Hortícola (ASHS), esas labores deben desarrollarse en un entorno clínico, sanitario o asistencial, como centros gerontológicos o de neuropsiquiatría.

En el Instituto de Neurociencias esta terapia no tiene costo. Necesariamente se debe acceder a una evaluación y diagnóstico psiquiátrico en esa entidad para participar en el huerto. No obstante, la psicóloga Cecilia Viteri llama a apoyar esta iniciativa a través de donación de camisetas y gorras en buen estado, para los pacientes que residen en el hospital y no cuentan con recursos. También protector solar, latas de leche vacías y semillas.

Contacto: 099-448-1184