Las olas migratorias no son desconocidas para Ecuador, tanto de nacionales que deciden salir del país como de extranjeros que llegan para quedarse por diversas circunstancias. En el lado humano hay que hablar de empatía con quienes han tomado este camino, pero desde el orden internacional se debe tener claridad en políticas migratorias propias de cada nación como un derecho soberano.
Optar por la irregularidad en un periplo tiene consecuencias de inseguridad en la ruta por presencia de bandas de extorsionadores, estafas de coyotes, trata de personas o explotación laboral y, de alcanzar el destino, la permanente exposición a una deportación.
Publicidad
Si bien la motivación varía entre la inseguridad, crisis política, económica o búsqueda de oportunidades, esta debe hacerse cumpliendo las normas del país que se elige como destino, el cual, igual que Ecuador, tiene la potestad de otorgar un estatus migratorio a cada individuo.
A finales de los 90 e inicios del siglo XXI hubo una migración ecuatoriana hacia Europa y Estados Unidos; el auge petrolero de Venezuela atrajo a sudamericanos hacia esa nación; el siglo pasado, colombianos que huían de la violencia de su país llegaron a Ecuador, así como recientemente lo hicieron los venezolanos afectados por la crisis política y económica de su país. Y la inseguridad ha llevado a nacionales otra vez a salir.
Publicidad
La experiencia ha mostrado que la migración puede ser una ruta de desarrollo para los países pero también un canal de ingreso de personas no deseadas. En el afán de proteger el orden interno, las naciones han endurecido sus políticas migratorias y otras responden con medidas recíprocas. Hoy es clave la cooperación internacional para la difusión de normas y controles fronterizos e incluso programas laborales para que las personas no se lancen a aventuras dolorosas.
Internamente, las naciones tienen la obligación de solucionar sus crisis para que la migración no sea vista como una opción de salida e incluso de vida. (O)