En el mundo habitan 1.800 millones de jóvenes, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En Ecuador están habilitadas para votar en 2023 un total de 4′090.223 personas de entre 16 y 29 años.

El lugar común “los jóvenes son el futuro” quedó hace mucho tiempo atrás. Ellos están en el presente, y muy presentes, exponiendo ideas, defendiendo y exigiendo oportunidades y derechos. Entre sus pedidos, claro que están los temas de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, en la que se demanda una sociedad inclusiva que no los prive de herramientas para enfrentar y frenar los impactos del cambio climático, el desempleo, la pobreza... Y la herramienta más potente es sin duda la educación.

El 12 de agosto pasado se conmemoró el Día Internacional de la Juventud y todo el mes se lo celebra. La fecha es oportuna para que en Ecuador se analice la situación de este segmento y se priorice la educación como motor de desarrollo.

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Bien señala la ONU que los jóvenes son una fuerza positiva, pero se les debe brindar conocimiento y oportunidades.

En el país 585.955 jóvenes de entre 15 y 24 años no trabajan ni estudian.

La Constitución de 2008 y la Ley de educación superior garantizan el acceso a la educación en todos los niveles, pero la realidad es que –por ejemplo en el universitario– en febrero de este año, solo en la primera postulación se ofertaron 122.000 cupos de ingreso y la demanda era de 215.000. El 14 de julio de 2022, el presidente Guillermo Lasso anunció y firmó el decreto que elimina el examen Transformar de la Senescyt desde el 2023 con lo que el proceso de admisión se desarrollará en las universidades.

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El mismo Gobierno reconoció entonces que el traspaso no va a incrementar los cupos para ir a la universidad.

Estos datos hablan de la educación superior, pero la preparación va desde inicial. Deben educarse por ellos y por el país, pues sus decisiones son más eficientes con conocimiento y una de esas decisiones se toma frente a las urnas. (O)