En los Países Bajos, en la Universidad de Leiden, el profesor Adriaan van der Weel imparte clases sobre los estudios del libro y los medios digitales, empeñado en comprender el impacto de la digitalización cuando leemos textos. También es él un experto de la lectoescritura: “Que podamos leer y escribir es uno de los logros culturales más extraordinarios de nuestra especie”, afirma. Nunca estará de más, por tanto, entre nosotros, seguir reflexionando sobre la importancia de los libros no solo para alfabetizarnos, sino como un componente fundamental de una saludable vida democrática.
Van der Weel hace afirmaciones que nos conciernen: uno de los cambios fundamentales en las últimas décadas es que hoy el público está leyendo más textos y con mayor intensidad, pero son lecturas muy breves o fragmentadas –como las que circulan en las pantallas de teléfono o en las tabletas, en línea o en internet–: los lectores de hoy leen menos libros, hasta tal punto de que “la lectura de libros –el pilar de la industria editorial– está hoy en declive”. En vez de acudir a los libros, ahora la gente pasa gran parte del tiempo en Google, Facebook y las redes sociales. En general, la lectura ha aumentado, pero la de libros ha disminuido.
Es posible que estemos pasando de una cultura moldeada por la imprenta a una cultura definida por el texto digital, en el que la lectura como una actividad en sí misma, en contraste con la lectura funcional de lo digital, ya no tiene la centralidad de antes. No es lo mismo leer libros que leer textos cortos en formato digital. Debemos hacer todos los esfuerzos para recuperar lecturas más extensas, pues, en primer lugar, los textos largos impresos plantean, dice Van der Weel, mayores exigencias cognitivas, como ensanchar nuestro pensamiento, entender a los demás, entrenar nuestras habilidades sociales y mejorar nuestro bienestar.
En cambio, la lectura digital reduce la diversidad y achica la capacidad de pensar críticamente: ya sabemos que en Facebook no interesan ni la veracidad ni la calidad de la información; solo se busca la popularidad y el conseguir la adicción superficial de los consumidores. Para cultivar futuros lectores se requiere no solo de un mercado para la lectura a largo plazo, sino de una cultura en la que dicho mercado pueda prosperar. Por eso sería necesario promover no únicamente la mera lectura, sino una cultura del libro sostenida por una industria del libro con una base económica saneada y una sólida base cultural.
Según Van der Weel, la lectura de libros parecería estar relacionada con la longevidad: leer libros en papel hasta nos alargaría la vida.
Las personas y corporaciones involucradas en el mundo del libro –autores, editoriales, imprentas, librerías, bibliotecas, etcétera– requieren juntarse para reconocer estos contextos cambiantes y procurar todos los esfuerzos necesarios para preservar el libro impreso, uno de los geniales inventos de los seres humanos. Como parte de aquel empeño por construir una cultura del libro, el profesor neerlandés imagina una serie de acciones que llene con libros el paisaje urbano, las tiendas, las bibliotecas y las escuelas. (O)