Soy una voz de mujer. De una de miles a quienes les pasa o pasó lo mismo que a mí después de haber tomado cierta decisión que en muchos casos ni siquiera la fraguamos, pues otros decidieron por nosotras.

Desde entonces continuamos ‘adelante’ con nuestra vida sin aquella ‘carga’ de la que aparentemente un día nos desembarazamos, pero por dentro permanece algo que se nos convierte con el tiempo en el peso pesado más enrevesado, ignorando que es el causante de nuestros desentonos físicos, psíquicos y espirituales; pues, por increíble que parezca, no sabemos, en un comienzo, qué mismo es lo que llevamos a cuestas. Y, sin embargo, por aquella ‘decisión’ tomada pudimos obtener un título, formar un hogar, o quedarnos solteras con libertad para estudiar, trabajar, ayudar a nuestros padres...; aunque ese ‘algo’ nos sigue pesando; pero llega un momento, estando casadas o no casadas, en el que ya no lo podemos sobrellevar, hablamos a un familiar o amigo, visitamos médicos, recibimos consejos, recetas, probamos todo, ejercicios, pasatiempos...; porque eso que nos pesa cada vez duele más. Yo creí que para mí no había remedio. Mas, por la intervención muy humana de un equipo de personas y doctores, supe que mis malestares pélvico, de abdomen, depresión, insomnio... tenían un origen psicológico derivado de un aborto (suscitado bajo presión familiar y médica cuando fui adolescente). También, por la asistencia espiritual que yo solicité, obtuve sanación, la paz de mi alma; por consiguiente, mi organismo mejoró. Había tenido una vieja herida abierta, consumiéndome. Volví a vivir, sana, liberada del peso de la culpabilidad, guiada profesionalmente por la Casa de la Vida, de la Asociación de Fieles María de la Buena Esperanza, entidad que es parte de la estructura jurídica de la Arquidiócesis de Guayaquil; funciona en Urdesa central, al lado de la oficina parroquial, entre otros servicios (por valor simbólico o en ciertos caos exonerado), rescatando a los niños por nacer cuyas madres embarazadas desean abortarlos, y ayudando a curar la mente y el corazón de mujeres que abortaron. (O)

María de la Paz, Guayaquil