En tiempos electorales, los vientos de cambio generan expectativas, pero las realidades estructurales son difíciles de transformar. La migración de profesionales ecuatorianos hacia Estados Unidos es un reflejo de ello: un fenómeno en crecimiento que responde tanto a circunstancias inmediatas como a problemas de fondo que limitan el desarrollo profesional en el país.

Preguntas abiertas: ¿Qué acciones considera que debería tomar el Gobierno para ayudar a los ecuatorianos deportados de Estados Unidos? (O)

Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en 2022, el 32,8 % de quienes emigraron eligieron EE. UU. como destino, consolidándolo como el principal receptor de esta diáspora. Además, un informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima que 1,2 millones de ciudadanos tienen intención de salir del país y más de la mitad aspiran a llegar a suelo estadounidense.

Las razones van más allá de lo económico. En el primer trimestre de 2024, la tasa de empleo adecuado en Ecuador fue de apenas el 35,1 %, reflejando un mercado laboral limitado y precario. A esto se suma el aumento de la inseguridad: en 2023, la tasa de homicidios alcanzó un récord de 47 por cada 100.000 habitantes, la más alta en la historia reciente del país.

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Deportados y olvidados

La administración de Trump –con la cual el actual Gobierno mantiene buenas relaciones– ha endurecido su discurso migratorio, pero reconoce la necesidad de captar profesionales altamente calificados. La escasez de talento en sectores estratégicos y la presión del sector privado han suavizado históricamente las políticas más restrictivas. Según la OCDE, quienes obtienen títulos en EE. UU. pueden ganar hasta un 70 % más que aquellos con formación en América Latina, un incentivo determinante para los más preparados.

Aun con mayores restricciones, el talento sigue encontrando oportunidades. Empresas y centros de investigación han desarrollado mecanismos para facilitar la llegada de expertos, conscientes de que la innovación y el crecimiento dependen de ellos. La historia demuestra que los países más desarrollados rara vez cierran del todo sus puertas a quienes tienen algo valioso que aportar.

No somos el producto de lo que otros dicen que votamos

Para el país, la fuga de talento debería ser un tema prioritario en la agenda política. ¿Cómo construir un entorno atractivo para los profesionales cuando en el exterior existen más y mejores oportunidades? Hasta ahora, las respuestas han sido insuficientes.

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Para quienes sienten que su potencial se desperdicia, emigrar no es rendirse, sino apostar por el crecimiento. Más que estabilidad, se trata de integrarse a un ecosistema donde las habilidades son valoradas y las oportunidades, reales. Muchos que han dado el salto han logrado potenciarse y, desde afuera, contribuir más de lo que podrían haber hecho dentro del país.

Próximo mandatario, ¡hay asuntos pendientes!

Las condiciones actuales presentan desafíos, pero también opciones. Más allá del discurso político, el talento sigue siendo un recurso esencial en cualquier economía, y quienes buscan nuevos horizontes saben que, lejos de ser un retroceso, partir puede ser el inicio de un crecimiento que trascienda fronteras. (O)

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Álvaro Benedetti, consultor internacional, estructurador de proyectos, Greenville, Carolina del Sur, EE. UU.