La pregunta de fondo para la asamblea constituyente es: ¿qué sociedad queremos construir? No basta con reclamar derechos si no se definen los fundamentos que dan sentido a la vida común. Ecuador necesita una sociedad donde la educación sea accesible y de calidad, pero también donde el trabajo y el emprendimiento tengan espacio real. No todos deben ser universitarios: un país progresa cuando reconoce tanto al profesional que busca empleo como al ciudadano que crea riqueza con su esfuerzo.

Ello exige reformas estructurales. El sistema de salud, por ejemplo, debe dejar de fragmentarse. El Ministerio de Salud Pública debería normar y vigilar la calidad, mientras el Seguro Social asume de forma universal la atención, los presupuestos y aportes, así como extensiones que permitan cubrir a abuelos, padres, cónyuges, hijos o dependientes vulnerables. Así la seguridad social no sería privilegio de unos, sino derecho de todos.

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Pero ningún modelo funcionará si se abandona el fundamento más profundo: la vida y los valores. Defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural, proteger a la familia y garantizar que la identidad cultural cristiana del país inspire nuestras instituciones no es exclusión, es cohesión. Una nación no puede construirse negando su raíz.

La asamblea constituyente, entonces, no debe abrir la puerta a imposiciones ajenas que sustituyan nuestra identidad, sino reafirmar el pacto social de un Ecuador que quiere progresar, vivir en justicia y preservar su herencia cultural y espiritual. (O)

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Galo Farfán Cano, médico y máster en VIH, Guayaquil