Como parte de los componentes y estructuras que físicamente conformamos el universo, hoy me gustaría viajar en una nube, de las que surcan el cielo. Con variedad de formas, tamaños y colores imaginados, deambulan a la velocidad que su invisible amigo, el viento, les permite. Los días de tránsito calmado, me imagino poder disfrutar del paisaje, a la velocidad idónea, para no perder ripio de los destellos del mar y las montañas nevadas que, bien iluminadas por el sol, hacen brillar con elegancia tanta maravilla. En cuanto a la simbiosis que las une con el mundo vegetal, ¡qué decir! Todos los colores imaginados se ven desde lo alto, como esa alfombra incomparable de árboles, arbustos, plantas y flores que brotan al ritmo necesario para mantener ese paraíso bien regado. He visto viajar (desde mi posición privilegiada y onírica de hoy) a personas que, subidas en aviones y otras naves, me saludaban con intriga y admiración al viajar cómodamente sentado encima de esa nube imaginaria con forma de sillón fantasioso.

Esta forma de viajar nos ayuda a tener la imaginación ocupada por unos instantes. Pongámosla en práctica. (O)

Jesús Sánchez-Ajofrín Reverte, Albacete, España