Ecuador no ha sufrido los engendros históricos que han afectado a otros pueblos, como el de la República Centroafricana a mediados de los 60 con el general Bokassa, desquiciado militar que exterminó a miles de personas y se alimentó con despojos de opositores, esposas y niños. Otro caso fue el que sacudió a Uganda con el caníbal Idi Amín, apodado El carnicero de Uganda, que asesinó a miles de ciudadanos, según organismos internacionales.

Ecuador no se ha sumergido en una sanguinaria revolución como la de Cuba ni en la barbarie y terror que doblegó a Haití bajo los caprichos de los Duvalier; tampoco en la desgracia que invadió a Venezuela con Chávez y Maduro, provocando la diáspora venezolana más grande de la historia; ni en las tinieblas de una dictadura como la de Ortega y su mujer en Nicaragua. Pero en 14 años Ecuador fue víctima de despilfarro, robo, corrupción sin precedentes y una simbólica similitud con la antropofagia: la voracidad y el despotismo de los tiranos referidos. “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Vale por nuestras libertades y las malas experiencias de naciones hermanas que sufrirán por buen tiempo las consecuencias de sus equivocaciones. (O)

Enrique Vicente Álvarez Jara, licenciado en Ciencias Políticas, Guayaquil