Existe una crisis aguda en la alma mater. Adquirir un título universitario se torna una forma convencional de tener estatus frente a la familia y la sociedad.

La crisis universitaria se debe a la falta de ciencia, pues en Ecuador no hay academia, hay reproducción de pénsum, de modelos, copiados de otros países y mal elaborados aquí (experimento Senescyt, Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación), de forma que se entorpece la autonomía de esta; ya que no hay pretensión de descubrir aportes que provengan de leyes, teorías, que respondan a los problemas de la sociedad. Sumamos a esto un mamotreto que pretende intervenir, regular, la universidad, cayendo en enviciamientos políticos de deudas y favores entre gamonales, ya que no importa que el docente sea un sujeto descontextualizado sin producción de materiales científicos (y si los produce no todos son dignos de leerlos más que en revista semanal de periódico). Se soslaya a los docentes que bien pueden ostentar conocimiento científico, pero se encubre a burócratas, tecnócratas, políticos, de turno que hacen educación de escritorio. De allí el resultado: cualquiera logra graduarse de docente, a pretexto de la inclusión y la accesibilidad cualquiera es apto para graduarse fácilmente, como si dependiera de la etnia o la condición social o de la raza; y luego de culminar sus estudios si no termina dedicándose a otra cosa que no es su profesión, termina como fiel burócrata o haciendo ‘favores’ a políticos con quien convino el trabajo. Y eso que no he hablado del problema de negociados con tesis de grado. (O)

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César Andrés Aizaga Castro, sociólogo y psicoanalista, Guayaquil