Entre los 35 y 45 años muchas personas en el Ecuador enfrentan una paradoja brutal: tienen la experiencia, la formación y los méritos académicos… pero no tienen trabajo. En el sector privado, este grupo etario es muchas veces ignorado o descartado por “sobrecalificado”, “muy costoso” o “fuera del perfil”.

Este fenómeno está generando un cadáver económico en vida a profesionales que, pese a su capacidad, ya no son funcionales al mercado laboral tradicional y deben lanzarse al emprendimiento no por vocación, sino por necesidad.

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Pero no todos logran sostener su autonomía. Muchos fracasan, se endeudan o caen en la informalidad. Y el país pierde productividad, talento y estabilidad social.

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¿Cuál es la solución para esta problemática?

Un criterio valedero y realista que los empleadores pueden aplicar es el contrato de reinserción productiva. Esta figura (que puede ser implementada vía incentivos o reformas laborales) permite contratar a trabajadores de este rango de edad con beneficios mutuos como, por ejemplo, con contratos flexibles, pero con garantías mínimas; además, la reducción de cargas patronales en los primeros 12 - 18 meses; también la implementación de los esquemas mixtos de salario + productividad; y la formación y actualización profesional continúa compartida entre empresa y trabajador.

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Este modelo reconoce que no se trata de “reciclar talento”, sino de reconectarlo con el sistema productivo bajo nuevas condiciones.

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Es hora de dejar de hablar de inclusión laboral solo en términos de juventud o género, es hora de empezar a mirar a este grupo como lo que es: un activo estratégico desperdiciado.

Y usted, estimado lector, ¿qué opina? ¿Ha visto este fenómeno en su empresa o entorno? (O)

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Juan Carlos Pérez Cepeda, abogado, Guayaquil