Me encantan los escritores clásicos porque tuvieron más tiempo y espacio para la meditación y la reflexión y ver cómo algunos se convirtieron en guías y líderes de la conducta actual de sus pueblos en el Oriente: Siddharta Gautama en la India, Confucio y Lao Tse en China, el zen, que es una escuela del budismo mahayana que se originó en China como chari y se enfoca en la práctica de la meditación zazen para alcanzar la iluminación y la comprensión directa de la realidad, de aquí pasó a Japón. El zen nos invita a pensar y a meditar.

Occidente más se guio por los pensamientos del ateniense Sócrates, que los hizo visibles Platón en sus diálogos, que luego serían perfeccionados con el pensamiento de los griegos, los romanos y los cristianos.

La cultura: un muro de contención

El ser humano superior debe ser educado y justo, porque sin educación y justicia no hay familia ni sociedad. Todos sin excepción deben tener la oportunidad de desarrollarse en una sociedad libre, sin libertinajes, sin cambiar conceptos lógicos y racionales; al pan, pan, y al vino, vino; cada cosa en su sitio.

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Mientras Lao Tse fomentaba el individualismo, Confucio pensaba en el colectivo en toda la sociedad cada cual cumpliendo su propio rol en pos de una sociedad conjunta y superior con libertad, moral, orden, justicia, industria, comercio y control.

Frío en Guayaquil: ¿por qué nos sentimos distintos?

La lealtad, la dignidad, la justicia y la honradez son verdades universales de las cuales nadie puede dudar, como el fuego que quema igual aquí como en Pekín. Otra verdad es que cuando se termina la vida nada nos llevamos; lo único que nos acompañará a la eternidad es el alma.

Hay que reconocer que en el mundo ayer, hoy, mañana y siempre habrá gente digna e indigna, creyentes y los que no creen; estos últimos no creen en lo que no ven o en lo que no habla, pero todos sospechan que todo lo que nos rodea nos habla de Dios. (O)

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Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro