En horas de la noche un hombre ingresó a la metrovía, para ser más exacta a la altura de parada del IESS, traté de darle paso para que siga pero se quedó al lado mío, desde ese momento sentí incomodidad, algo raro, y después se puso al frente mío y trató de darme un beso en la mejilla; en tres ocasiones me tocó la mano.
La verdad no sabía qué hacer, el vehículo iba lleno, no me gustan los problemas; esperé la siguiente parada para bajarme, fueron los minutos más eternos de mi vida. Las mujeres no tenemos seguridad en los buses, por los desadaptados. (O)
Zully Matilde Guevara Toledo, Guayaquil