Cuando a un avatar en la India le preguntaron si era Dios, él les contestó que sí, la diferencia es que “yo lo sé y tú no lo sabes”.
Los vedas (sociedad que vivió miles de años antes de nuestra era) hicieron de los sonidos una expresión de la realidad, estas personas decían que Dios duerme en los minerales, respira en las plantas, vuela en las aves, camina en los animales y piensa y ama a través de los hombres. Mientras, Pitágoras expresa: “Aprende a estar en silencio, deja que tu mente tranquila escuche y se quede absorta”.
El tesoro más apreciado de la vida
La única forma de comunicarse con ese Dios que esperamos en Navidad es el silencio y la meditación, debemos darnos un pequeño tiempo para entrar en contacto con él a través de nuestros pensamientos y la oración. Saber que somos una parte de un todo universal y que al terminar nuestro periplo en esta bella vida volvemos a formar parte de esta gran armonía universal.
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Dios lo hace todo en silencio, ¡todo! y quien quiera verlo observe el florecer de las rosas, vea sus formas, sus pétalos, sus bellos colores, sus estructuras, sus fragantes olores, la armonía de sus hojas; vean el sacrificio de la semilla que se destruye para dar un nuevo fruto, vean cómo se multiplica una semilla de una sandía para convertirse en miles cada día, miren cómo las estrellas aun muertas hace miles de años nos llegan florecientes de luz para hacer posible la poesía, observen el esplendor de la concepción, de la reproducción, cómo las células se multiplican por sí solas hasta hacer un niño, luego un joven y un adulto.
Observen cómo Dios en silencio diseñó el sol para que engendre vida y la luna para hacer posible las tempestades. Miremos cómo este mismo Dios inventó el amor para contrarrestar al odio y cómo se inventó el perdón para poder hacer más llevadero el pecado. (O)
Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro