Recuerdo la última estrofa de un poema del estadounidense Robert Frost que decía: “Algún día en algún lugar lejano sin duda diré con un suspiro de alivio, dos sendas se separaban en un bosque y yo tomé la menos usada, en eso estaba la diferencia”.
No es verdad que uno viene marcado desde que nace. ¡No! Depende de cada uno despertar a tiempo e ir en busca de lo que quiere, no importa el tiempo ni la distancia que tenga que recorrer. En el bello cantón de Milagro, mi padre fue un extraordinario trabajador, era una pieza importante para el ingenio porque él hacía y rectificaba las piezas de la fábrica y motores; les digo con sinceridad que ese oficio jamás me gustó. Se dice que los hijos siguen los pasos de los padres, pero ¡no!, nunca me gustó la dependencia, siempre quise ser libre, sin tutelas ni patrones ni jefes, siempre me creí igual a cualquier ser humano sea de la latitud que se encuentre y entendí que todo dependía del interés que se le ponga. Eventualmente me fui de Milagro, porque no había bachillerato en Humanidades Modernas, y me mudé a Riobamba como interno. De ahí fui a Cuenca a estudiar Medicina, más tarde me mudé a Guayaquil a la Escuela de Comunicación Social.
Con la medicina iba a cuidar el cuerpo, el alma y la mente de los pacientes; con la otra aprendí a hablar y escribir con amor e inteligencia, aprendí a no comer cuentos ni a seguir a nada ni a nadie hasta que no estaba convencido de aquello, y así siempre lo puse a Dios como guía de todos mis actos que no siempre fueron acertados. Me fortalecí y me protegí siempre a través de la oración, leí todos los libros que pude para entender lo que no comprendía.
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Estimados lectores, escuchen siempre a su corazón y luego a su mente y sigan su camino, su propio camino, porque nadie les prestará su música, hay que seguir siempre la propia. (O)
Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro
















