El 28 de diciembre la Iglesia Católica recuerda el Día de los Santos Inocentes, los niños mártires que fueron asesinados por orden de Herodes; y también ora por todos los bebes del mundo a quienes a diario se los mata, a través del aborto.

Desde que se legalizó el aborto en Rusia en 1920, hasta la actualidad, han sido asesinados 1.400 millones de bebés en todo el mundo, cifra muy superior a todas las muertes por guerras en la historia de la humanidad.

Son niños sin rostro, sin identidad, sin entierros dignos, a los que nunca les dieron la oportunidad de vivir, correr, jugar, estudiar, tener una familia que los abrace, los proteja; niños rechazados por una sociedad que aprueba la matanza de inocentes sin voz, por ser resultados fugaces del placer sexual, o de una infidelidad, o por tener una enfermedad, síndrome de Down; o por mujeres forzadas contra su voluntad a abortar, o por violación… Razones siempre van a sobrar para que una mujer rechace su título de madre, tal vez porque jamás conocieron ese amor sobrenatural que se vive cuando esa madre cuida de su hijo. Recuerdo a una mujer que debía tomar varios transportes para llevar a su hijo con parálisis cerebral al hospital, donde me confesó que había querido matar a su hijo y después suicidarse, pero que después de varios años ese niño era el amor de su vida y razón de luchar. Y a Génesis, una linda niña que desde los primeros meses tenía convulsiones hasta que se lograron controlar, pero el daño a su cerebro quedó; recibí una foto de sus 15 años con su vestido rosado y su madre me confesaba que su hija era su felicidad. Dos heroínas que conocen lo que es amar porque han enfrentado miedos, adversidades, soledad, dolor, abandono, traición, enfermedad, peligros. La calidad de una persona y una sociedad se mide por el respeto y cuidado que se tenga a sus seres más débiles. La ciencia demuestra sin dudas que la vida del ser humano empieza desde la concepción. Pidamos a nuestro Creador por estos mártires del siglo XX-XXI y por las almas de sus verdugos. (O)

Syayna Pandzic Arapov, médico pediatra, Manta, Manabí