Cada 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, una fecha que nos recuerda la importancia de hablar de un tema que aunque incómoda toca a miles de familias en el mundo. El suicidio no son cifras, son vidas que se apagan en silencio, muchas veces por falta de apoyo y comprensión.

En Ecuador, el ECU911 ha registrado en el 2024 más de 816 alertas relacionadas con suicidio: 289 consumados y 527 intentos. Guayaquil, Quito, Ambato y Cuenca son los cantones con mayor número de reportes. En cada caso, se activa una Clave Roja, movilizando de inmediato a policías, bomberos, rescatistas y personal de salud. Más allá de la logística, hay un factor humano clave: los operadores, capacitados en primeros auxilios psicológicos y escucha activa, que en esos instantes críticos sostienen a personas que sienten que ya no pueden seguir con su vida.

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Salud mental alterada

En 2023, las alertas sumaron 1.095. A nivel global, la Organización Panamericana de la Salud estima que cerca de 700.000 personas mueren por suicidio cada año, y en el continente americano unas 200.000. Cada una de estas muertes representa una historia de lucha interna, de depresión, ansiedad o desesperanza que quizá pudo haberse transformado con apoyo oportuno.

La prevención empieza en casa, en la escuela, en los círculos cercanos. Reconocer cambios bruscos en el comportamiento, el aislamiento o la pérdida de interés puede ser la señal de que alguien necesita ayuda urgente. Pero más allá de detectar, está el compromiso de escuchar, de acompañar sin juzgar.

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Suicidio, mal que aqueja

Al final, lo que necesitamos como sociedad es empatía real. No podemos permitir que el suicidio se trate como un tabú. Detrás de cada silencio hay un grito de auxilio y responder con sensibilidad puede ser la diferencia entre perder una vida o salvarla. (O)

Doménica Delgado Morla, Guayaquil