Postrado en el lecho premonitorio de lo inevitable, espero la muerte de alguien con sabor agridulce. Por un lado, la creencia en un Dios misericordioso y justo me mantiene en calma sobre el destino transitorio del espíritu; y por otro, las que generan el ritmo de la descontrolada presión social, unida a la banalidad mundana que arrasan el amor y la comprensión del ser humano. Inevitablemente nos movemos entre dos fuerzas antagónicas que se han de batir en duelo, para discernir lo absurdo de lo que siempre pierde. (O)
Jesús Sánchez-Ajofrín Reverte, Albacete, España