El charlatán es una persona que habla mucho y los temas que toca son intrascendentes por su falta de contenido, por su carencia de sentido, por su incoherencia.
Sin embargo, los charlatanes, a menudo, tratan de dar visos de sabiduría, conocimiento académico, sentido común a sus peroratas citando lugares comunes conocidos por quienes los escuchan, o recurriendo casi siempre a un supuesto respaldo por algún título académico, obtenido quién sabe con qué artimañas propias o de sus cón-
yuges. Sus más representativos síntomas son “¡si de algo sé es de...!”, “¡yo soy el pueblo!”... Hay una gran cantidad de pueblo llano que les cree (por eso cuentan con un considerable apoyo), que asume como verdad lo que dicen los charlatanes, por lo general es el pueblo carente de una educación apropiada o, parte de ese pueblo, interesada en obtener alguna prebenda o reconocimiento de cualquier tipo. Los charlatanes se abren paso en la política gracias a estas dos características que abundan en cualquier población, pero que es mayoritaria en nuestra Latinoamérica.
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Gracias a uno de los últimos sucesos en Ecuador, los Pandora papers, y al trámite de una ley económica, la Asamblea Nacional mostró charlatanería en todo su esplendor. Ciertos charlatanes creen que han mostrado una verborrea ilustrada llena de sabiduría y de conocimientos jurídicos, sin percatarse, por sus propias falencias, del ridículo que han hecho. Pusieron en evidencia la falta de preparación en todos los campos, pero mayoritariamente en el campo legislativo, que es el que más les concierne. Hay muy pocas excepciones, la mayoría ha demostrado en el 2021 esta característica. La responsabilidad recae en quienes seleccionan candidatos, sean jefes de partidos, o movimientos o sus líderes. ¿Quién escoge representantes mediocres?, dirigentes mediocres. (O)
José M. Jalil Haas, ingeniero químico, Quito