En el año 1921 llega a Ecuador Joseph H. Sinclair, humanista reconocido como uno de los más prominentes geólogos del mundo petrolero, con especial esmero en trabajos de topografía y traducción de textos antiguos, nacido en Canadá. Contratado por Leonard Exploration Co., vino acompañado de Theron Wasson, un geólogo e ingeniero estadounidense pionero en mediciones geofísicas aplicadas, interesados en la búsqueda de gas y petróleo.
Ambos, recorriendo el Oriente ecuatoriano, calculando altitudes y precisando ubicaciones y rasgos morfológicos, observaron la trayectoria del río Coca, que perfecciona su viaje llegando a una pronunciada curva que gira y ocasiona una diversidad de codo, causando una pendiente de 620 metros de altura con caudal medio anual de 287 metros cúbicos. Se formuló entonces el inventario energético de la cuenca de los ríos tributarios Quijos y Salado, que forman el río Coca desde sus orígenes hasta el denominado Codo Sinclair.
En 1971 realizan estudios iniciales perfeccionando el aprovechamiento para el proyecto Coca Codo Sinclair (CCS), que sentaron las bases de generación hidroeléctrica que permitan transformar la energía potencial en energía eléctrica de 1.500 MW, a través de ocho turbinas tipo Pelton de 187,5 megavatios cada una. Este suceso geográfico del río fue bautizado “Codo Sinclair”, en honor al geólogo canadiense y su denominación por su apellido, constituyéndose en un personaje integral en la historia ecuatoriana.
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En iniciales estudios se estableció una sociedad ecológica de energía limpia, proyecto emblemático –del gobierno de turno–. Obra estratégica, muy costosa y la más grande del país. Al final la obra no tuvo una entrega formal al Estado, estuvo marcada por sobreprecios y corrupción, y ahora es subutilizada en peligro de perderse por sedimentación no prevista y daños acentuados en turbinas.
Inseguridad, un detonante que afecta al desarrollo económico
Luego de la simbólica inauguración –noviembre 2016–, la central jamás ha dejado de realizar reparaciones en las turbinas, inclusive antes de que se inicie su funcionamiento normal se detectaron fisuras en las bridas de sus ocho distribuidoras de acero que perdieron sus propiedades y comenzaron a fracturarse, sin considerar, además, que reciben la presión dinámica de la caída del agua.
Para tener un mejor estudio, en el año 2017 se abrieron algunas unidades con nuevas inspecciones que sumaron más desperfectos, especialmente con las múltiples soldaduras que se realizaron sin protocolos técnicos y por consiguiente sin éxito, ocasionando deterioro y avería del material, con pronósticos de ser inutilizados, incidiendo en la correcta producción del suministro.
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La primera advertencia llegó de un informe de Contraloría en el 2019, que reveló graves problemas en fisuras de los distribuidores.
En estas circunstancias, se puede considerar una eventual salida de la hidroeléctrica (CCS), se plantearía en la necesidad de usar energía térmica que requiere combustión de petróleo. (O)
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Nelson Humberto Salazar Ojeda, escritor, Quito