Hace algún tiempo escuché la frase “la finalidad de tu dolor es romper la semilla que contiene la versión más grande de tu ser”, la cual se alinea al mensaje de esta carta.

Siempre que viajo a alguna parte me gustaba recorrer sitios históricos. Además, soy un fiel admirador de san Francisco de Asís, por el milagro de nuestro querido Milagro, mi tierra natal. Así que mientras recorría Italia recordé a este personaje histórico y me subí a la capilla donde este oraba. Para llegar a esta se debe escalar una pequeña cumbre, no con poco esfuerzo. Un señor me ofreció un folleto donde estaba la oración de este sabio, que por su actitud era más espiritual que material por su comportamiento.

Esta oración viene como anillo al dedo para reflexionar y cambiar de actitud ante una sociedad (...) caótica...

Esta oración dice: “¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que allí donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya discordia, ponga yo unión; donde haya error, ponga yo verdad; donde haya duda, ponga yo fe; donde haya desesperación, ponga yo esperanza; donde haya tinieblas, ponga yo luz; donde haya tristeza, ponga yo alegría. ¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto ser consolado como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar. Porque dando es como se recibe; olvidando, como se encuentra; perdonando, como se es perdonado; muriendo, como se resucita a la vida eterna”.

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El mundo cristiano recuerda a san Francisco de Asís, el patrono de los animales

Yo me formé con los jesuitas, estudié toda la secundaria y creo en Dios porque estoy convencido de su constante presencia y su ayuda tanto a mí como a mi familia. Esta oración viene como anillo al dedo para reflexionar y cambiar de actitud ante una sociedad cada vez más caótica y agresiva, donde las adicciones son el pan de cada día que destruyen el cuerpo y el alma de nuestra juventud, donde vivir es frecuentar el alcohol y donde el nacimiento de Dios es el gran negocio de artefactos y juguetes. (O)

Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico, Milagro