Entre los años 50 al 70, Guayaquil tenía características que recordamos quienes pasamos de 70 o más edad:

En esas épocas mucho público acudía al malecón Simón Bolívar a consumir platos típicos en las carretillas que eran pequeñas, después las transformaron en locales fijos cuya clientela principalmente eran provincianos que se movilizaban en las embarcaciones fluviales por los ríos Babahoyo y Daule o hacia Puerto Bolívar, ya que las carreteras eran escasas o malas. A lo largo del malecón había caserones donde funcionaban pensiones para dichos pasajeros, en las avenidas arboladas, 10 de Agosto, Boyacá, Chimborazo, Chile, etc. Las festividades de la ciudad se celebraban en la avenida 9 de Octubre, principalmente. Los juegos de las ruletas llenaban la calle Boyacá; tenía un amigo de la adolescencia que no sé cómo calculaba dónde iba a salir el número o la figura y ganaba, pero como ya lo conocían y no le permitían participar, me mandaba a apostar, hasta que se daban cuenta y me prohibían continuar jugando. El estero Salado también tenía en sus riberas locales de comida muy concurridos, aunque el American Park ya estaba feneciendo. Los recuerdos se agolpan cuando vemos el desarrollo de la moderna ciudad que ha multiplicado casi por 10 la extensión que tuvo en los años 50. Quienes se fueron de la ciudad en las décadas del 70 y 80 al regresar ven las grandes diferencias del ayer con la actualidad de un Guayaquil que ya no volverá. (O)

Jorge Franklin Chambers Hidalgo, abogado, avenida Samborondón