Si un animal ataca a un ser humano, previo a tomar una decisión a favor o en contra del animal, sería de analizar el contexto del ataque. Si el ser humano invadió el hábitat natural y salvaje del animal, es su responsabilidad el haber entrado en dicho lugar (o sería la responsabilidad de quien debe cuidar a esa persona, si esta no es cien por ciento capaz de defenderse, si es menor de edad, etc.). No obstante, si se trata del ataque de un animal supuestamente domesticado, salvo una agresión o una provocación a este, dicho animal no debería vivir en la sociedad, siendo un peligro para esta.

Más allá de rechazar los maltratos a dichos animales, la ciudadanía debería tener un poco de empatía por las víctimas, por las personas en su mayoría niños o ancianos, muchos han fallecido tras el ataque de ciertos animales que asemejándose a fieras sirven más para el ataque.

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También debería la sociedad pedir que se detenga el abuso de tener a los animales sueltos, sin existir ningún tipo de responsabilidad por parte de sus dueños y fanáticos.

Deploro las múltiples expresiones de desprecio hacia personas víctimas de mordeduras, ataques fuertes, culpándolas de que ellas encontraron sus muertes, y defendiendo solamente a los animales agresores, o haciendo por las redes sociales, en internet, unas tibias críticas a los dueños de las fieras, quienes usualmente no pagan nada gracias al vergonzoso sistema constitucional, legal y judicial de nuestro país en donde las vidas de los alacranes, los pitbulls, las víboras, los cocodrilos y demás fauna tiene más derechos que los niños que no pueden salir de casa, ante el peligro de cruzarse con locos conductores al volante, pederastas, microtraficantes de droga, sicarios sin freno, secuestradores y extorsionadores, politiqueros corruptos, adictos al bullying..., y dueños de ‘perritos’ y sus pitbulls. (O)

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Roberto Francisco Castro Vizueta, abogado, Guayaquil