Docentes jubilados de la Universidad de Guayaquil, que educamos a muchos dirigentes de la patria, no merecemos penurias por falta de pago de nuestra jubilación complementaria.

Como sabemos, la universidad fue intervenida aduciendo que era para una reforma universitaria, la que jamás llegó; solo se dedicaron ciertos exrectores a adornar plazoletas, pintar fachadas con contratos onerosos, etc. Ojalá el nuevo gobierno electo que ofrece suspender la burocracia de la Senescyt acabe también con la dictadura del CES que nombró rectores que empeoraron a la universidad sin elecciones libres para sus dignatarios, sin empleados que atiendan a los universitarios, peor a los jubilados, y peor en pandemia. Ahora la universidad está acéfala, sin rector. La Contraloría ya glosó a uno, faltan otros que siguen airosos hablando de moral, justicia y buenas costumbres, sin recordar lo que hicieron. Y ojalá el nuevo gobierno pague a los jubilados de la Universidad de Guayaquil la jubilación complementaria que exrectores la cortaron, pero es de ley otorgarla; el Tribunal de lo Contencioso ya falló hasta con visos penales este abuso legal y no se cumple lo que dictó la ley. (O)

Héctor Cisneros Arias, doctor en Filosofía, jubilado, Guayaquil