De mi padre aprendí dos cosas a las cuales jamás olvidaré: el amor al trabajo y a no tomar lo que no me he ganado en buena lid; lo demás lo aprendí en el camino, a los 12 años me fui interno a Riobamba por seis años, ahí me educaron los jesuitas en medio de Dios, los libros y el deporte, a los 18 la universidad y ocho años encerrado hasta convertirme en doctor en medicina y cirugía; y como Dios es grande me permitió venir un día antes de la muerte de mi padre a abrazarlo, besarlo y despedirme.

El arreglista

Recuerdo siempre que los jesuitas me hicieron leer en mi adolescencia algunos versos del poema Si… de Rudyard Kipling que pronto los olvidé y después lo volví a leer ya con más conciencia de las cosas en uno de los libros de Wayne Dyer, es una verdadera inspiración lo que dice en su parte final: “Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud. O caminar junto a reyes, sin menospreciar por ello a la gente común. Si ni amigos ni enemigos pueden herirte. Si todos pueden contar contigo, pero ninguno en exceso. Si puedes llenar el implacable minuto, con 60 segundos de diligente labor, tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella, y, lo que es más, ¡serás un Hombre, hijo mío!”.

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Los padres solo podemos ser ejemplo de algo que inspire a nuestros hijos a ser libres, porque para eso nacieron, para ser libres y en libertad buscar el mejor camino, sabiendo que es una sola vida, una sola oportunidad.

Conexiones que nutren: del wifi al alma

Kipling tilda de impostores al triunfo y al fracaso porque todo pasa, lo que es eterno es el amor, ese amor eterno que jamás se termina entre los padres e hijos y es lo que hace posible hasta hoy la existencia de la humanidad. Las lecciones eternas para los hijos son: conserva la calma siempre, confía en ti mismo, sé honesto, sé un soñador, libérate, arriésgate, independízate, sé humilde, sé compasivo, perdona, ama, ora, y ama principalmente a Dios, ese Dios que llevas dentro. (O)

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Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro