Papito lindo te decía cuando me enseñaste a caminar, me llevabas al parque, la escuela y me regalaste tus besos en mis cumpleaños.

Papito lindo te decía cuando me diste tus abrazos en mi graduación, tus oraciones y bendiciones en mis nupcias, tu presencia en mi hogar. Ahora caminas pausado, sueñas en el pasado, recuerdas con detalle los paseos, festejos; hablas de la mesura, honradez, humildad, el respeto; de tu insomnio, dolencias, presión arterial. Todo eso eres, padre mío, un florilegio de ternura y bondad que nunca se agota. En el Día del Padre te expreso mucha gratitud, amor, porque siempre serás padre. (O)

Guillermo Álvarez Domínguez, médico, Quito