Admiradora de nuestra OSG (Orquesta Sinfónica de Guayaquil), con alegría la he visto florecer durante estos últimos seis años bajo la batuta del director ítalo–argentino Dante Santiago Anzolini. En cada concierto me he deleitado con las más expresivas interpretaciones de obras de los grandes maestros, llevadas al más alto grado académico.

El maestro Anzolini incluyó por primera vez en la OSG un repertorio de gran dificultad, como las obras de Mahler, Stravinsky, Richard Strauss. Interpretó por primera vez las sinfonías de nuestro insigne Luis Humberto Salgado; dio cabida a toda clase de música: popular ecuatoriana, estilos internacionales, pop; los famosos temas de películas del célebre John Williams, fascinando a toda clase de público. Prestó atención a la música de compositoras ecuatorianas como Inés Jijón y la suscrita. Todo esto ha representado para el director y los músicos rigurosa disciplina y trabajo exhaustivo, exigencias que han contribuido al éxito de nuestra OSG, alcanzando niveles internacionales. Como compositora académica, admiro en Dante Anzolini su profundo y extenso conocimiento del arte y la cultura, pasión y genialidad musical. Cuando ha dirigido mi música, se ha mostrado presto a escuchar cualquier aclaración, siendo atento y gentil. A pesar de los obstáculos del camino, que el maestro Anzolini continuara con la OSG significaría que nuestro público seguiría cultivándose, aprendiendo de sus interesantes reseñas antes de los conciertos, y disfrutando plenamente de ellos. Prescindir del maestro constituye una gran pérdida para nuestra ciudad y país. Su obra artística debe ser reconocida y agradecida por el Ecuador. (O)

Blanca Layana Gómez, máster en Bellas Artes, compositora, Guayaquil

Publicidad