Desde el punto de vista jurídico, la ley es una norma en que el Estado se dirige a sus súbditos para fijar entre ellos y él mismo los límites de lo permitido, por lo tanto no es bueno hacer el traje a la medida del que gobierna, como si no existieran leyes, porque las hay, lo que se necesita es corregir lo que está mal y hacer justicia. Hace más de un siglo Alfred Emanuel Smith dijo: “La multiplicidad de leyes es muy dañina para las repúblicas, porque en ellas se fundaron todas y por ellas se perdieron casi todas. Siendo muchas, causan confusión y se olvidan, o, no pudiéndose observar, se desprecia”.
El Estado es una empresa grande y que como tal necesita un líder que la dirija, planifique, ordene, controle y coordine, pero más allá de eso en la empresa pública se necesita de gente con valores y principios éticos, morales y que entiendan que hay que ir a trabajar y no a despilfarrar o a robar las arcas públicas, recordemos a John F. Kennedy cuando dijo: “La grandeza de un hombre está en relación directa a la evidencia de su fuerza moral”.
De qué nos vale el debido proceso en lo que tiene que ver con el principio de inocencia que en derecho dice que a toda persona se presume inocente mientras no se pruebe lo contrario y exista una sentencia que determine su culpabilidad. Da coraje ver cómo los delincuentes salen de la cárcel 10 y hasta 20 veces haciendo uso de este derecho apadrinados por un juez o fiscal de turno, o antes de que se dicte sentencia salen huyendo al exterior. Igualmente de qué vale el principio de que el delincuente tenga un “juicio justo”, ¿acaso ellos tienen misericordia cuando roban, secuestran y matan a sus víctimas?, o los de cuello blanco despilfarran en miles de millones de dólares las arcas públicas y salen corriendo y se declaran perseguidos políticos. Lo más equitativo sería aplicar la ley de talión que dice “ojo por ojo, diente por diente”, a fin de que todos entendamos que hay que trabajar con eficiencia, ser honrado y justo con los demás.
Publicidad
Por encima de lo que diga la ley, el que predica con el ejemplo, el que infunde respeto y respeta a los demás, el que inspira con sus acciones, el que fomenta el crecimiento no solo personal sino grupal, que camina por la calle con la frente en alto sin que nadie lo señale de corrupto o ineficiente, ese es el tipo de gobernante que requiere el país, por lo que para dirigir un Estado es aconsejable que aquel que está al frente efectúe la toma de decisiones racionales, coordine la implementación de políticas públicas, supervise la gestión de la seguridad nacional y ponga mucho ojo con la gestión de los recursos económicos en donde tiene que dar en el clavo e instruir como política de Estado: cero comisiones, no coimas, con transparencia en los contratos públicos, y sanción inmediata para asesinos, narcodelincuentes y para quienes pervierten la justicia. (O)
Enrique Aníbal Chale Escalante, ingeniero comercial, Guayaquil