Lo más común hoy es ver a conductores –sí, hombres al volante– que detienen su carro al borde de la vía, se bajan con total desparpajo y orinan junto al auto, como si fuera lo más natural del mundo. Lo hacen frente a casas, negocios, escuelas, espacios públicos. ¿Qué nos está pasando?

Y no deja de llamarme la atención: nunca he visto a una mujer haciendo lo mismo. Ellas también manejan, también tienen necesidades, pero tienen algo que parece faltarles a muchos varones: autocontrol y respeto.

Sí, faltan baños públicos, y las autoridades deben asumir esa responsabilidad. Pero eso no justifica nada. Orinar en plena calle es una falta de educación. Y como sociedad, no podemos seguir siendo cómplices de esta decadencia.

Publicidad

Por eso, propongo algo sencillo pero simbólico: cuando vea a alguien orinando en la calle, especialmente a un conductor, toque la bocina de su carro. Que entienda el malcriado que no está solo, que no es invisible, que lo que hace no está bien. No se trata de insultar, sino de incomodar lo suficiente como para que piensen dos veces antes de volver a hacerlo.

Es hora de ponerles freno a estas costumbres que degradan nuestra convivencia. Si queremos respeto, tenemos que empezar por ejercerlo y también exigirlo.

Yo no orino en la calle, y como yo, muchos. A los que sí lo hacen les digo: ya basta; y a las autoridades les digo: háganse cargo. (O)

Publicidad

Arnoldo Alencastro Garaicoa, ingeniero civil, Guayaquil