El alcalde de Quito, Pabel Muñoz, es una figura emblemática de su partido político. Tuvo cargos importantes que hicieron que teóricamente tuviera unas magníficas credenciales para administrar la ciudad de Quito.
Cuando se lanzó de candidato a la Alcaldía, a pesar de no ser su partidario, consideré que podría ser una de las mejores cartas de su grupo político.
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Sin embargo, al constatar sus ejecutorias, sinceramente he quedado decepcionado.
Desde mi perspectiva y creo que la de varios también, la planificación en la capital no existe. Las acciones que se toman consisten en reaccionar a las críticas o a los acontecimientos. Sin embargo, la esencia de un verdadero planificador es tomar medidas preventivas: las correctivas las toma cualquiera.
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Por ejemplo, las medidas de control del tránsito en la ruta viva se toman luego de varios accidentes que incluyeron muertes, medidas que deben regir en toda la ciudad y desde siempre, y, que si encontró que no las había, al mismo inicio de su administración debía haberlas tomado.
La suspensión de un evento de “integración” por los precios excesivos que se iban a contratar para simples platos de hornado de cerdo, que ni siquiera tuvieron como referencia los precios de mercado, otra falencia imperdonable en un “planificador”.
Si sus falencias son tan evidentes en un municipio, imaginémonos lo que ocurrió en todo un país, donde por afinidad ideológica y no por méritos (hoy es evidente) se le encargó planificar todo un país. Por eso estamos como estamos.
Estas evidencias demuestran que la afinidad ideológica no constituye ninguna credencial ni tampoco es mérito alguno. Lamentablemente, es la norma que guía a los Gobiernos del socialismo del siglo XXI. Por eso, es imposible que pueda confiar en ellos y mucho menos en sus criterios con respecto a lo que conviene al país. (O)
José Manuel Jalil Haas, ingeniero químico, Quito