La sucesión de hechos desagradables marca cada día al Ecuador. Sus habitantes parecen (mal) acostumbrados a que así sea. Los eventos tienen como protagonistas a delincuentes lo mismo que a personajes que, por su condición de dignatarios de elección popular o funcionarios de altos cargos, deberían ser titulares de prensa por su conducta ejemplar y no por todo lo contrario.

Barrio invisible

Fito es recapturado y se escribe una novela sobre su aprehensión; fue extraditado a Estados Unidos, se declaró no culpable y pronto cantará; y un asambleísta dibuja durante una sesión y se lo llena de agravios, ese mismo legislador tiene empleados a su mamá y hermano en la Asamblea, que han sido despedidos, lo mismo que a unos 40 consanguíneos de otros parlamentarios. Otro legislador fue acusado de violación a una menor de edad y está bajo investigación policial, este es el mismo que con otros 10 compañeros de bancada enviaron una propuesta para una ley que permita el consentimiento sexual a partir de los 14 años. Mientras, las ternas para elegir al nuevo presidente del Consejo de la Judicatura se presentan, se desbaratan, se acomodan y se vuelven a tocar. Y la Corte Constitucional analiza la inconstitucionalidad de las recientes leyes vigentes provenientes del Ejecutivo; los vocales superprorrogados del Consejo Nacional Electoral celebran el anuncio presidencial de referendo para diciembre porque quieren quedarse en los puestos la vida entera; algunos municipios están vinculados con mafias; la minería ilegal se extiende; y más.

Parte de Manabí está en crisis vial y de agua potable

Si estas cosas no dejan de repetirse y ampliarse es prácticamente imposible ir en contra de los que tienen la seguridad de que “el país no tiene arreglo” y así “seguirá siendo siempre”. Qué gran oportunidad tiene el Gobierno, igual que todos los gobiernos seccionales y los otros poderes estatales de desmentir categóricamente que “esa realidad” sea indestructible. Es verdad, no puede cambiarse todo de la noche a la mañana, pero sí debe reflejarse el propósito de hacerlo con acciones inmediatas y efectivas, que den buena cuenta de la transformación positiva que exigen los ecuatorianos para vivir mejor, sin los sellos de la corrupción, inseguridad ciudadana, inseguridad jurídica y la burocracia insaciable. Lograrlo, por supuesto, es un trabajo que no excluye a nadie. Requiere de la fuerza, decisión y patriotismo de la totalidad de la población ecuatoriana. Ojalá así sea. (O)

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Jorge A. Gallardo Moscoso, comunicador social, Samborondón