Ecuador es un país único, tiene los paisajes más hermosos, el clima que cualquier potencia mundial desearía, es un pedacito de paraíso, pero solo visualmente, pues la avaricia de muchos lo ha llevado a hundirse en la corrupción y desesperación.

Es admirable la acogida que tiene la profesión de ser político, suena extraño dado que nada está bien en el país; sin embargo, ciertas personas se pelean con desesperación por llegar al poder público. El comportamiento errático de los políticos autoproclamados salvadores de la patria es alarmante, no es lógico que no vean una economía acabada, un país en ruinas sacudido por delincuencia, corrupción, impunidad, y quieran cargar al hombro esta responsabilidad; algo no huele bien, o ellos saben que hay una mina de oro detrás de tanto dolor del pueblo, que es exclusiva para un selecto grupo de privilegiados, o no tienen la más remota idea de la grave situación del país, porque a estas alturas que quieran ‘sacrificarse’ por los ciudadanos; no se lo cree nadie.

Ha quedado más que claro que los que quieren cargos públicos no solucionan el hambre, la vida, del pueblo. No pretendan que diciendo abracadabra, todo cambiará. Solo cuando haya un ser humano con valores bien cimentados, no se deje deslumbrar por el poder, tenga conciencia social, moral y humana; este país podrá resurgir gobernado, tomando decisiones drásticas como no dejarse manejar por mafias de la delincuencia; no escoger a dedo a los que le acompañen; trabaje por los ecuatorianos, no por sus intereses personales; tenga los pantalones bien puestos para limpiar los trucos de magia que han hecho en nuestro país para desaparecer bienes, paz, seguridad, justicia. (O)

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Aissa Tatiana Pazmiño Real, Guayaquil