Los niños en la etapa de su infancia deberían recibir el más grande cuidado y cariño por parte de sus padres. Ese pequeño ser que llega a nuestras vidas representa la creación perfecta de Dios, llega al mundo como la expresión excelsa del milagro de la vida. Es importante recordar que los hijos son un regalo de Dios para la familia y la descendencia, una recompensa suya.

Al recibir ese niño, lo deberíamos hacer con gran amor y responsabilidad, recordando que ellos son la extensión de nuestras vidas; en sus primeros años dependen absolutamente de sus padres. Ellos son como los lazarillos que guían al ciego y en su crecimiento seguirán guiándolos y preparándolos para que sean hombres y mujeres de bien.

La vida es un misterio

Es motivo de preocupación que haya niños que son abandonados o descuidados por sus progenitores, algunos nacidos en hogares disfuncionales donde están en peligro de vivir y seguir malos caminos, convirtiéndose en presa fácil para caer en tentaciones y mala forma de vida.

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Pero no solamente los padres y las normas universales son quienes deberían proteger a los niños, es deber del Estado brindar condiciones de vida para su crecimiento y estabilidad, salud, educación y seguridad.

Tengo el cáncer, pero el cáncer no me tiene a mí

Ante esta situación todos tenemos algo de culpa, es tiempo de terminar estos abusos sociales y enfocarnos en metas para vivir en una sociedad justa y equitativa, donde los niños sean lo primordial. Debemos enfocarnos en crear programas de salud a nivel nacional y en bajar el nivel del analfabetismo con programas educativos para fomentar la lectura.

El mundo, Dios lo creó perfecto y lleno de bondades, pero indudablemente el hombre no valora lo que tiene.

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Recordemos que un país con problemas de analfabetismo es presa fácil del infortunio, miseria y decadencia. Oremos por los niños del Ecuador. (O)

Alicia Carriel Salazar, docente jubilada, Guayaquil