Quito, ciudad de historia profunda y alma andina, conserva entre sus calles angostas y templos centenarios un rico universo de leyendas que han sobrevivido gracias a la tradición oral. Estos relatos, transmitidos de generación en generación, no solo alimentan la imaginación, sino que revelan la identidad espiritual, religiosa y simbólica de la capital. En cada historia se mezclan devoción, miedo, picardía y enseñanza moral, elementos que hasta hoy cautivan a quienes recorren el centro histórico.
Una de las más emblemáticas es la leyenda de Cantuña, el maestro indígena encargado de construir el atrio de San Francisco. Presionado por el tiempo, habría pactado con el diablo para terminar la obra a cambio de su alma. Sin embargo, astuto y fiel a su fe, escondió una piedra para que la construcción quedara incompleta, invalidando el trato y engañando al demonio. Esta historia simboliza la resistencia indígena y la viveza criolla que caracteriza al pueblo quiteño. Otra narración popular es la dama tapada, figura nocturna que embruja a los hombres con su belleza.
También destaca la leyenda del padre Almeida, fraile que escapaba del convento para divertirse en las noches. Una madrugada, mientras intentaba descender por la pared apoyándose en un Cristo de tamaño real, la imagen habría tomado vida para reprenderlo. Impactado, el sacerdote enmendó su conducta. Este relato fusiona la moral religiosa con elementos sobrenaturales profundamente arraigados en la cultura quiteña.
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No menos inquietante es la mano negra, la marca que habría quedado impregnada en la pared de una iglesia tras el crimen de una joven. Según testimonios antiguos, la huella reaparecía pese a los intentos de borrarla. Esta historia encarna la idea de justicia divina, tan presente en la cosmovisión local.
Finalmente, está la casa 1028 de la García Moreno, famosa por los lamentos, sombras y presencias que se decían habitar el inmueble. Para muchos, era un portal donde las almas atrapadas vagaban sin descanso.
Estas leyendas, más que simples relatos fantásticos, son un puente entre la memoria colectiva y la vida contemporánea. Quito, con sus historias nocturnas, sigue recordando que cada piedra y cada rincón guarda un fragmento de su espíritu. (O)
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Nelson Humberto Salazar Ojeda, escritor, Quito

















