Los cerdos se cansaron de ser explotados por el granjero, y lideraron una rebelión en la granja. Argumentaban que los caballos trabajaban hasta el cansancio, que a las gallinas se las presionaba para que pongan huevos que eran vendidos por el granjero enriqueciéndolo; con la leche de la vaca pasaba lo mismo y apenas dejaban para sus crías, etc. La rebelión fue todo un éxito; botaron al granjero, a los humanos. Dos cerdos se peleaban el liderato de la granja, donde los animales ahora trabajaban mucho más y con menos comida, “en beneficio del desarrollo comunal de la granja”.

No a la violencia

Un cerdo, el más violento, pero políticamente hábil, ganó el liderato, exiliando al rival, asesinando a otros cerdos, en complicidad con una manada de mastines y el apoyo de la manada de borregos de la granja.

Al final, los cerdos, que aprenden a pararse en dos patas y hacen negocios con los humanos; mientras que el resto de animales observan a los cerdos y luego a los humanos pero ya no logran distinguir quién es quién.

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La bandera: alma y desafío de la patria

La rebelión en la granja, libro de George Orwell, publicado en 1945, es una sátira del comunismo de Stalin, pero que los jóvenes lectores ven una tremenda similitud con muchos de los regímenes totalitarios (seudodemocráticos) que asolan Latinoamérica. Un libro que debería ser de obligada lectura en los colegios, porque quien no aprende de la historia está obligado a repetirla. (O)

David Ernesto Ricaurte Vélez, ingeniero mecánico, Daule