En un contexto nacional marcado por la saturación del sistema judicial y el incremento de los conflictos sociales, la mediación se presenta como una respuesta jurídica eficaz y profundamente humana. Lejos de ser un mecanismo secundario, la mediación es una herramienta constitucional que permite resolver controversias con rapidez, economía y respeto a la dignidad de las personas

La Constitución, en su artículo 190, reconoce el arbitraje, la mediación y otros mecanismos alternativos de solución de conflictos en materias transigibles. Este reconocimiento eleva a la mediación a la categoría de política pública orientada a la construcción de una cultura de paz. El Código Orgánico General de Procesos (Cogep) desarrolla este mandato y faculta a los jueces a derivar causas a mediación, promoviendo soluciones consensuadas antes que decisiones impuestas. La mediación se sustenta en principios esenciales: voluntariedad, neutralidad e imparcialidad.

El mediador no juzga ni impone, sino que facilita el diálogo, ordena la comunicación y ayuda a que las partes identifiquen intereses comunes y construyan acuerdos sostenibles. A diferencia del litigio tradicional, en la mediación no hay vencedores ni vencidos, sino responsabilidades compartidas. Este mecanismo resulta especialmente valioso en el ámbito de familia, donde se abordan asuntos sensibles, como alimentos, tenencia, visitas o divorcios. También es aplicable en materias civil o laboral bajo determinados requisitos.

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Los beneficios de la mediación son evidentes: reduce tiempos y costos, descongestiona los juzgados y preserva relaciones personales. Pero su aporte más significativo es social: fomenta el respeto, la corresponsabilidad y la resolución pacífica de los conflictos, fortaleciendo la confianza ciudadana en el sistema de justicia. En una sociedad donde el enfrentamiento parece imponerse al diálogo, la mediación nos recuerda que la justicia también se construye escuchando. Apostar por la mediación es apostar por la convivencia, por la paz social y por una justicia con verdadero rostro humano. (O)

Elio Roberto Ortega Icaza, mediador y abogado criminalista, El Coca