Ya ha pasado más de un año desde que mi vida cambió por circunstancias (para mí) extraordinarias; la misma andaba dentro de los parámetros normales, como la de otros muchos. Sí, es cierto que los años pasan factura por su implacable transcurso natural. Por ejemplo, el sistema óseo, como gran esqueleto de nuestro cuerpo, nos avisa del carente mantenimiento que le dimos en su día por la ignota y banal dejadez. Ya empiezan a aparecer en nuestro cuerpo afecciones como gonartrosis, osteopenia, osteoporosis, etc. En mi caso, las rodillas chirriaban sin compasión con el constante dolor; opté por la cirugía de prótesis total de una de ellas. La operación fue bien.

La historia de Éricka

Meses después y en fase de recuperación, el COVID se instaló en mi cuerpo. De repente, mis pulmones empezaron a fallar; la saturación era muy baja. Es aquí donde me dicen que tengo fibrosis idiopática en ambos pulmones y también existe enfisema. Dada la gravedad de la enfermedad, y con el consejo del especialista médico, no cabía otra solución que el trasplante. Comienzan las exhaustivas pruebas; en una de ellas (RM) aparece un cáncer en la próstata. El derrumbamiento emocional es total, y el trasplante se descarta por incompatibilidad con la vida. Ahora todo se centra en la radioterapia.

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El tiempo apremia, ya que el trasplante requiere de parámetros orgánicos especiales (contando con la edad) para su realización. Con la celeridad que mi caso requería, se consigue frenar el cáncer y aniquilarlo. Se retoman los controles para el trasplante y se me incluye en el protocolo nacional de trasplantes. El trasplante bipulmonar se realizó con éxito. Es aquí donde empiezan las circunstancias extraordinarias que al principio aludía, y que son parte de las que relato, pero existen otras muchas que les pondrían los pelos de punta, cuando, al parecer, todo estaba perdido. Las luces de la esperanza se habían apagado. Un aterrador silencio cognitivo tira por tierra la realidad de lo que, hasta entonces, era la vida. Es ahí, por suerte, cuando me doy cuenta de que puedo seguir escribiendo y compartir con los lectores esta nueva vida que, gracias al trinomio: Dios, ciencia y altruismo se convierten en los cimientos de esperanza que dan forma al hecho vital con la decisión que tomó la persona para donar sus órganos. Bonita manera de abandonar esta vida, compartiendo parte de tu cuerpo de manera tan altruista con la tranquilidad y el gozo de lo bien hecho hacia los que se quedan.

Enfermedades y vacunas

Quizás esta experiencia podría ser un canto más a la filantropía, a la vez que una oda al amor por la vida. (O)

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Jesús Sánchez-Ajofrín Reverte, Albacete, España