Tal parece que la madre naturaleza confeccionó a los seres humanos para que sobrevivan en su mayoría los ochenta y pico de años. A los cincuenta se inicia en los dos sexos el deterioro lento de los órganos en forma no ordenada, de acuerdo a su modo de vida pasada. A los ochenta y pico la piel se muestra seca y emperchada, se cae el cabello, se hipertrofia la próstata, disminuye el volumen del cerebro y los pulmones, la visión y la audición merman en un porcentaje importante de los varones. Igual en las féminas, se cuelgan los pechos, se distribuye la grasa debajo de la piel en forma ordenada, se engrosa la voz y otros cambios ya conocidos. Salen a la luz cambios hormonales y se dan nuevas acciones y nuevos comportamientos cotidianos.

Gil Barragán Romero: hombres como él necesita Ecuador

Hemos observado en estos días la coincidencia del llamado de la Tierra al papa Francisco, Mario Vargas Llosa, José Mujica y muchos otros menos notables que los ignoramos porque carecen de publicidad. Debemos aceptar que se dan casos privilegiados de nonagenarios y centenarios que llegaron a esas edades por la influencia del clima, de la alimentación y normas de vida, aunque ignoramos y solo su médico de cabecera sabe las limitaciones de su vida personal íntima.

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Reforma para cumplir pago a jubilados

Sabemos sobre las afecciones congénitas, sabemos de los procesos hereditarios y sabemos de padecimientos prematuros por el mal vivir o provocaciones, por ejemplo, del medioambiente. Pero observamos también que “no hay enfermedades, sino enfermos” en personas que abusaron del comer, del beber o del fumar y que ignoraron las reglas del deterioro orgánico normal antes mencionado. ¿Serán los “humores” de la medicina antigua, serán factores genéticos transmitidos o serán especiales defensas frente a bacterias, virus y parásitos? La ciencia y la investigación nos concederán la respuesta en un futuro cercano, de eso estoy seguro. (O)

Guillermo W. Álvarez, médico, Cumbayá