Desde la tribuna del pensamiento y la justicia, es imprescindible recordar el día en que la humanidad decidió cambiar su rumbo. El 10 de diciembre de 1948, en París (Francia), la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH). Aquel momento histórico marcó un antes y un después: fue la respuesta ética y moral a los horrores de la guerra, un llamado colectivo a que la dignidad humana nunca más fuese pisoteada por ningún poder.
El nacimiento de la Declaración no fue un acto improvisado. Delegados de distintas regiones, culturas y sistemas jurídicos trabajaron durante meses para construir un documento que trascendiera fronteras y Gobiernos. Su propósito era claro: proclamar principios que protegieran al ser humano por el simple hecho de serlo, sin distinciones ni privilegios. Aquella voluntad de consenso global dio como resultado un texto que, más que jurídico, es profundamente humanista. Su influencia ha sido determinante.
La DUDH se convirtió en el pilar de tratados internacionales, sistemas de protección regionales y numerosas constituciones modernas. El Ecuador, con su Constitución de 2008, adoptó ese espíritu al reconocer la vigencia inmediata de los derechos y un amplio catálogo de libertades y garantías, en clara sintonía con la filosofía universal gestada en 1948.
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El objetivo de la Declaración fue, y sigue siendo, universalizar la dignidad, impedir que la violencia estatal o social devuelva al mundo a la barbarie, y promover una cultura de respeto, igualdad y justicia. Su misión es orientar a los Estados a construir sociedades donde la libertad de pensamiento, la igualdad ante la ley, la protección de los grupos vulnerables y la erradicación de toda forma de discriminación sean pilares inquebrantables. A los 77 años de su adopción, la Declaración de los Derechos Humanos continúa siendo un faro que ilumina la conciencia colectiva. Recordarla no es un ejercicio académico: es renovar el compromiso de defender la dignidad humana. (O)
Elio Roberto Ortega Icaza, mediador y abogado criminalista, El Coca


















