En Ecuador suelen vivirse situaciones difíciles de comprender para quienes consideran “no ser políticos” y prefieren mantenerse al margen de lo que pueda suceder en el país. Y es que no podría ser de otra forma si aquello que tiene que ver con el quehacer político está rodeado por dinámicas que responden única y exclusivamente a intereses personales.
No cualquiera debe ser candidato
El pasado 9 de septiembre el país se levantaba con la noticia de lo sucedido en la Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional, donde se trató la sentencia del juez Édgar Romero que dictaminaba retomar los juicios políticos de tres exministros del gobierno de Lasso y dar conocimiento del proceso contra la fiscal Diana Salazar.
Ante esta situación, el desarrollo de la sesión se vio marcado por momentos de tensión que no dejaron más que un trámite accidentado y poco claro. En medio de gritos y procedimientos errados, el país fue testigo de una práctica habitual que constituye un vicio de forma y fondo para nuestro escenario político: la costumbre.
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¿Al final con cuántos nos quedamos?
Esa práctica tradicional, esa forma de actuar que está arraigada al comportamiento y a las costumbres de una rutina que parece solo poder ser entendida (y aplicada) por quienes dicen representar a la gente y sus ideales. Sin embargo, cuando el tema sobre el que se centra la discusión es la impunidad no pueden dejarse de lado esos aspectos mínimos que se requieren para decir que se está trabajando de manera consciente por los ecuatorianos.
Las formas, ¿importan? Sí, siempre y por eso es importante señalar que la fiscalización no es un acto que se ejerce de forma selectiva.
Más allá de las rivalidades políticas, es difícil comprender como la principal fuerza de oposición en la Asamblea se entrega a la idea de “priorizar” la fiscalización de un personaje sobre otro, dejando el camino a la impunidad allanado para los políticos que piensan estar por encima de la ley, que no creen en el compromiso de hacer respetar lo impuesto y que abusaron de la confianza del Ecuador.
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Está claro que este tipo de noticias no son novedad, quizás porque hemos funcionado en una dinámica donde constantemente debemos decidir a qué político se va a fiscalizar, cuál es menos culpable o quién es responsable por los males que nos aquejan.
Requisitos para los candidatos presidenciales
La costumbre política no debe ser una práctica normalizada, que se ve como algo aislado o aceptable “porque siempre ha sido así”. El tiempo y los hechos deben llevarnos a exigir un combate efectivo contra la corrupción y el incumplimiento, incluso cuando los políticos implicados ya no están en el poder y no resultan “importantes” para obtener protagonismo o estar en las primeras planas.
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La forma de actuar de una persona (o de un grupo) puede ser difícil de calificar desde el ámbito personal, pero hay aspectos que no pueden ser pasados por alto. Debemos exigir a nuestros políticos una representación genuina que combata la corrupción y no permita que se cree una ilusión que insulta a la memoria de un país. (O)
Fabián Alarcón Savinovich, magíster en Comunicación política, Quito