Los pueblos escogen a sus dirigentes básicamente para que los dirijan porque la masa no es capaz de organizarse y atender sus caprichos y antojos, peor cuidarse y atender sus necesidades.

Los mandatarios -se supone- son gente equilibrada, pensante, en resumen, reflexiva con la capacidad suficiente para dirigir. El pueblo en general es todo lo contrario, eso lo demuestra nuestra gente y tal parece la humanidad. Entonces, ante el justificativo de que ‘lo que se necesita es trabajar’, y no importa que se contagien y se mueran por coronavirus, se contrapondría una acción decidida que lamentablemente no existe en este Gobierno. Calles, plazas, mercados, playas, centros comerciales, transportes, fiestas clandestinas y también festejos en hoteles para sacarse la pica de divertir a sus hijitos recién graduados, presumir, ostentar..., y después ellos mismos hablan de que solo la masa, el pueblo, es el ignorante. ¡Todos son iguales! No vivimos en la época de las cavernas. ¿Para qué están las autoridades?, ¿solo sirven para dar magníficas estadísticas de cuánta gente se muere diariamente? El desgobierno es total, y si la excusa es la ley que prohíbe el estado de excepción, para eso están los verdaderos estadistas para asumir sus responsabilidades, sus deberes, y dirigir en esto que estamos viviendo -la pandemia-, una verdadera guerra. Porque lo único que tendremos al final es un gobierno responsable de tanto dolor y muerte, y un comercio y turismo sin alguien que consuma sus ofertas porque esos usuarios ya se fueron, ya murieron. (O)

Jaime Oswaldo Toro García, arquitecto, Guayaquil