Hablar de mi abuelo, el Dr. Gil Barragán Romero, es hablar de un hombre íntegro, probo y profundamente humano. Su vida ha sido un testimonio para mí de rectitud y honor, de compromiso con la sociedad y de una vocación inquebrantable por el bien común. Un maestro que me enseñó las virtudes y los valores de la vida. En cada paso que dio dejó huellas imborrables, no solo en su familia, sino en Ecuador, donde su ejemplo sigue iluminando a quienes tuvimos el privilegio de conocerlo y las leyes que promovió han ayudado y seguirán ayudando a muchos.

Gil Barragán Romero

Desde niño, acogí de él el modelo de un hombre de bien, aquel que no solo se guía por principios, sino que los vivía con convicción. Su legado no se mide únicamente por sus logros académicos o profesionales, sino por la calidad humana que irradiaba en cada acción. Su homenaje en la Universidad Católica de Guayaquil fue más que merecido, pues su vida ha sido una lección de ética, sabiduría y generosidad.

Dos frases suyas marcaron mi destino y me guiaron en mi camino como escritor. La primera, una enseñanza de perseverancia: “la carrera de las mil millas comienza por el primer paso”; con estas palabras me enseñó que todo gran proyecto y meta se inician con una decisión firme y el coraje de avanzar. Y la segunda, una verdad que transformó mi vocación: “un buen escritor es un buen lector”; gracias a él comprendí que la escritura no es solo un arte, sino un reflejo del conocimiento, de la sensibilidad y de la capacidad de escuchar al mundo a través de las palabras.

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Predicar y practicar

Si en nuestra patria existieran más hombres como Gil Barragán Romero, Ecuador sería un país más justo, noble y próspero. Su ejemplo nos recuerda que la verdadera grandeza no está en los títulos ni en los reconocimientos, sino en la huella que dejamos en los demás. (O)

Javier de Jesús Barragán R., abogado, Guayaquil