El apóstol Pablo enseñó que la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve, (Hebreos 11:1). La fe es un principio de acción y de poder. Cuando nos esforzamos por alcanzar una meta digna, estamos ejerciendo la fe porque demostramos nuestra esperanza en algo que aún no podemos ver.

Durante los momentos de prueba, la fe nos da fuerzas para seguir adelante y encarar las dificultades con valor. Aun cuando el futuro se vea incierto, la fe en el Salvador nos da paz. Aumentemos nuestra fe que es un don de Dios, debemos nutrirla para mantenerla fuerte puesto que es como un músculo, si se ejercita, crece y se fortalece; pero si se mantiene inactiva se debilitará. Nutrimos la fe al orar a nuestro Dios en el nombre de Jesucristo. Al expresar gratitud al Padre y suplicarle bendiciones para nosotros y los demás, nos acercaremos más a Él, también seremos más receptivos a la guía del Espíritu Santo. Al igual que todas las bendiciones de Dios, la fe se obtiene y aumenta por medio de la obediencia personal y los hechos rectos. (O)

Kléber Barragán Hernández, licenciado en Periodismo, Guayaquil